«En la guerra de Siria, las personas LGBT han sufrido humillaciones, abusos y violaciones»

Un homosexual al que introducen una fregona por el ano. Una mujer transgénero encerrada en una prisión para hombres para que sea violada. En un abrumador informe de 77 páginas, Human Rights Watch (HRW) describe la terrible situación de la comunidad LGBT+ en la guerra de Siria. Según la organización, tanto las fuerzas gubernamentales como el Estado Islámico y otras milicias han cometido numerosas atrocidades contra hombres homosexuales y mujeres transgénero
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Para elaborar el informe, HRW entrevistó a 44 personas que sufrieron violencia sexual. La conclusión es que, desde el comienzo de la guerra civil en Siria en el año 2011, los homosexuales, las mujeres transgénero y las personas no binarias han sido con frecuencia víctimas de todo tipo de atrocidades, desde quemaduras en los genitales hasta violaciones en grupo o con objetos diversos.

Los entrevistadores afirman que los hombres con un aspecto «demasiado delicado» corren el riesgo de que ciertos individuos duden de su masculinidad (por ejemplo, por no llevar barba) y, si son tomados por homosexuales, pueden verse sometidos a malos tratos. HRW describe la violencia que sufren los hombres de aspecto delicado en el ejército gubernamental. Según un hombre heterosexual que fue víctima de abusos sexuales, «si las mujeres de los soldados no están presentes, este grupo (el de los “delicados”) está perdido».

Los miembros de la comunidad gay de Siria son muy conscientes de que el ámbito castrense no es seguro. Muchos de ellos tratan de huir para evitar cumplir el servicio militar, y los que entran en el ejército intentan protegerse dando una imagen lo más masculina posible.

Pero el riesgo de padecer violencia sexual no se debe exclusivamente al ejército. Si una persona LGBT+ es capturada por otras milicias, las consecuencias pueden ser aún más serias. Un hombre homosexual de 21 años relata a HRW cómo, a la edad de 15 años, perdió a su novio cuando este fue arrojado al vacío desde lo alto de un edificio por terroristas del Estado Islámico.

HRW añade que la violencia sexual es una práctica habitual dentro del sistema penitenciario y de los servicios secretos sirios. «Diría que la probabilidad de agresión se multiplica por diez», afirma Yousef, un joven que fue capturado por los servicios secretos. «Disfrutan haciéndolo. Nos violaban con palos, solo para vernos sufrir y gritar. Para vernos humillados. Eso es lo que buscan. Me metieron un palo por el recto y empezaron a decirme: “Así es como te gusta, ¿verdad?”. Me lo metieron hasta el estómago».

El informe también cuenta la historia de Sednaya, una mujer transgénero de 40 años. Ya estaba en la cárcel antes de estallar el conflicto, pero sus circunstancias cambiaron drásticamente en 2015. Ese año la trasladaron a una prisión para hombres, donde sufrió frecuentes ataques sexuales por parte de los guardas y de los propios internos. Según su relato, «si alguien [otro preso] preguntaba por mí, tenía que ir a verlo pasando por los demás [y sufriendo agresiones o violaciones]. No podía negarme, porque me arriesgaba a que me machacaran con cualquier objeto o me tiraran por una ventana».

También los jóvenes gais menores de edad son víctimas de violencia sexual en las cárceles. Por ejemplo, el informe relata la historia de un chico que estuvo en la cárcel hasta los 17 años y sufrió abusos sexuales casi cada noche.

HRW entrevistó a las víctimas en los campos de refugiados del vecino Líbano. Según la organización, muchos de ellos sufren problemas psicológicos como estrés postraumático, trastornos paranoides, traumas sexuales y abatimiento. Algunos también presentan problemas físicos, como lesiones en el ano, y enfermedades de transmisión sexual, incluyendo VIH.

La atención médica que reciben las víctimas no es la adecuada, según HRW. Zeynep Pinar Erdem, autora del informe, recalca que la ayuda a las personas que han sufrido agresiones sexuales es un asunto urgente. «Los jóvenes, los hombres y las mujeres trans pueden sufrir una enorme vergüenza, estigma y aislamiento debido a la violencia sexual. Es vital que superen ciertos esquemas socioculturales que les obligan a mostrarse invulnerables», afirma Erdem. «Es necesario crear servicios que se ajusten a sus necesidades sin reducir los fondos destinados a mujeres y niñas».

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